Los ciclos, según entiendo, son períodos
de la vida en los que aprendemos e integramos experiencias que nos harán
ser humanamente más sabios, emocionalmente más estables y espiritualmente más
elevados.
Ciclos que cierran, ciclos que comienzan.
Así, una y otra vez a lo largo de la vida. Situaciones que inician y acaban y
que a su vez dan pie a otras nuevas. Pero, también hay ciclos que quedan
abiertos.
Al cerrar un ciclo, toda la experiencia
adquirida e integrada en ese espacio tiempo, nos ayuda a situarnos desde
una perspectiva distinta delante de la vida.
Por ejemplo: cuando empezamos un trabajo
nos sentimos como pez fuera del agua. Pero, al cabo de un tiempo, la actividad
que uno desarrolla, se volverá más fluida y eficiente debido a la experiencia
desarrollada. Bajo esta premisa, el efecto es el mismo cuando decidimos
emprender un camino de evolución personal. Al tomar conciencia de nuestros
estados y/o juegos emocionales, aprenderemos un poco más sobre nosotros
mismos.
Pero ¡cuando una situación se nos repite
una y otra vez! ¿hemos aprendido algo? ¿Nos resistimos a cerrar un ciclo o una
etapa de nuestra vida? ¿Queremos ver? ¿Queremos aprender? ... ¡en definitiva!
¿queremos crecer?
No siempre, lo que aprendemos de nosotros
mismos es para salir de un atolladero. puede pasar que la reiteración de una
situación, hecho o estado emocional nos provoque un estado de comodidad. A
nuestro ego le encanta entretenernos con todas sus
armas, obviando un aprendizaje más profundo.
Cuando nos quedamos cómodos en
nuestra zona de confort , le decimos a nuestro yo
más profundo que no queremos más. Es una manera de imponer una barrera a la
gran posibilidad de encontrar esos otros aspectos de nosotros mismos que son
desconocidos (habilidades, percepciones, intelecto...). En estas
circunstancias, quizas estemos dejando abiertos, ciclos vitales de gran
relevancia para nuestra evolución humana.
Un ejemplo: En las relaciones personales,
las personas se nos alejan o rechazan después de un tiempo. Nos resentimos
y señalamos el problema como algo que le sucede a los demás. Sin
embargo, puede que algunos aspectos de nuestra personalidad les provoque
ese rechazo. Quizás porque nos perciben demandante, agresivo, invasivo,
irrespetuoso... En este caso, si la persona no se observa a sí misma, y
no ve lo que otros intenten mostrarle, su ciclo seguirá abierto.
La vida misma es un gran ciclo, llena de
muchos pequeños ciclos que la hacen bella, misteriosa y apasionante. Lo que
cada uno experimenta en su camino nunca es para mal. Aquello que nos sucede y
provoca dolor, es para aprender, trascender, evolucionar,
y crecer. En muchos de esos ciclos de aprendizaje, nos veremos obligados a
buscar ayuda. Y si realmente buscamos cerrar un ciclo, encontraremos esa ayuda
en un terapeuta, un amigo, un maestro, un referente o en nuestra propia toma de
conciencia.
Os invito a vivir los ciclos de la vida como retos de aprendizajes profundos, como elementos de enriquecimiento personal y espiritual. Al final, las cosas que etiquetamos como "malas" o "negativas", solo son barreras a romper para poder ver con más claridad el basto horizonte de posibilidades y direcciones. Hacia donde queramos dirigirnos dependerá de la voluntad y el deseo de cada uno.
Douglas Varela Rodríguez
Equipo CAYAC
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