Observarse
a uno mismo, es como mirarse al espejo y reconocer nuestro reflejo tal y como
somos. El Ego es lo mismo que el espejo, pero con nuestras emociones, inercias,
trampas, auto engaño... el Ego es todo
eso que creemos nuestro y que nos condiciona en todos los ámbitos de nuestra
vida.
Las personas tenemos la capacidad de dirigir nuestra existencia
hacia donde creamos conveniente para nuestro crecimiento emocional o
espiritual, siempre y cuando seamos conscientes de lo que realmente queremos
para nosotros mismos. Para llegar a donde nos proponemos, nos encontraremos con
esa versión de nosotros mismos que se llama Ego, que es quien se interpondrá
con todas sus fuerzas para bloquear nuestros deseos más profundos.
El Ego, a mi modo de ver, es
todo aquello que creemos ser y que no somos. Ya de niños, nos educaron
y nos formaron para responder a unas directrices sociales que contemplan la
moralidad, la religión, la sexualidad, los roles entre hombres y mujeres, y
asumimos unas zonas de confort que nos impusieron para sobrevivir
emocionalmente a lo largo de nuestra vida. Nos enseñaron que todo se consigue
con el sacrificio, que debemos tener un trabajo, una "estabilidad"
económica y familiar y que la realidad es dura y que hay que luchar para
sobrevivir.
El sistema social que nos rodea, se encarga de alejarnos,
constantemente, de todo aquello que puede romper las zonas de confort en las
que nos sentimos cómodos. Hay personas que harían lo imposible para no salir de
esas zonas de "seguridad", las cuales se asumen como absolutas. Salir
de ello, les puede llegar a generar mucha ansiedad y una inseguridad
desproporcionadas. Por ejemplo, alguien que nunca ha salido de viaje a otro
país, la simple idea de viajar, le provoca pánico. Pero si esa persona se
decide a realizar un viaje, rompe con su zona de confort y puede experimentar
cosas muy distintas a su rutina del día a día. Disfrutar o no del viaje,
dependerá de su nivel de adaptabilidad y de su apertura de mente. Hay personas
que se arrepienten, pero la gran mayoría expresa un torrente de vivencias
excitantes y novedosas. Estas personas han salido de su zona de confort.
Así como la experiencia de un viaje, la salida de algunos estados
emocionales, a los que estamos acostumbrados, dependerá en gran medida de la
atención que dediquemos a escuchar lo que realmente deseamos. Pero no saldremos
de un determinado estado con solo escuchar lo que deseamos. Salir de ello
dependerá de nuestra propia voluntad para romper con los límites que nos auto
imponemos.
Un ejemplo: Si sé que delante de un proyecto personal o actividad
nueva me paralizo, quizás tenga que asumir que tengo cierta tendencia a desviar
toda mi atención hacia otras cosas que no sean lo nuevo. Al asumirlo, me
resultará más fácil moverme hacia lo que me propongo. Pero en ese movimiento,
saldrá miedo, angustia, desvío de atención, somatización de enfermedades,
pensamientos recurrentes, inseguridades, fobias... ante este tipo de
reacciones, debo ser amoroso conmigo mismo y ser capaz de reconocer mi deseo
como una prioridad inaplazable para mi beneficio emocional y espiritual. Una
vez reconocidas las trampas y asumidas como auto bloqueos, será más fácil
emprender las acciones que me conduzcan a realizar lo que de verdad estoy
deseando.
En el ejemplo anterior, explico algunas claves, para que no sea el
Ego el que decida hacia donde ir, sino ser uno mismo el que de verdad toma la
dirección deseada, al punto (objetivo, estado emocional, ...) donde quiero
llegar.
En
definitiva, el Ego es el mejor acompañante del ser humano. El Ego nos muestra,
sin remordimientos, nuestras debilidades, nuestras carencias, los juegos
emocionales a los que nos aferramos y aquella autoimagen que queremos mantener
por encima de nuestras necesidades reales… y muchas cosas más.
¿Es realmente
nuestra imagen y semejanza?
Douglas
Varela Rodríguez
Educador
Social y Terapeuta
Equipo CAYAC
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