No me cabe duda, las emociones están registradas en nuestro
cuerpo. En el cuerpo físico, registramos todos los hechos traumáticos y estados
de shock que hemos vivido y que nos condicionan. Experiencias vividas que nuestro cuerpo registró asociándolas con diferentes estados emocionales. A estos registros los llamaremos condicionamientos. Cuando en nuestra vida nos encontramos en circunstancias que nos hacen revivir aquellas experiencias traumáticas registradas, de una u otra manera, se activan también los estados emocionales asociados. A estas circunstancias las llamaremos detonantes.
Por ejemplo: Vas caminando por la calle alegremente. Al pasar por
un parque, donde un paseante juega con su perro, el perro ladra para pedir a su
dueño la pelota y tu de repente reaccionas. Esa reacción es la antesala a sentir miedo y el miedo te paraliza. Esto provoca un pensamiento, ese
pensamiento se traduce en una frase: "Deberían prohibir a esos animales en
los parques". Detrás de la frase, en el interior de esa persona, puede
haberse activado un condicionamiento. Veamos la secuencia; el detonante
es el ladrido del perro, lo que provoca que el cuerpo active una alarma. Después de la alarma, surge un estrés, ese estrés provoca un estado de shock. Seguimos explorando. Un ejemplo de origen posible
de este condicionamiento, es una mala experiencia infantil con un canino. Vamos
a suponer que cuando esta persona tenía la edad de cinco años, jugando en un
parque, un perro le ladró con agresividad. El niño o niña, se asustó y experimentó
pánico y terror en aquella situación y desde entonces cada vez que escucha
ladrar a un perro en un parque, algo suyo revive aquel estado traumático de su
infancia.
Cuando somos niños y hasta ciertas edades, registramos todos los
condicionamientos y sus respectivos detonantes. La conjugación de estos elementos, ejercerán su influencia en
nuestra vida adulta.
A lo largo de la vida, adquirimos una serie de comportamientos no verbales, reacciones
emocionales, expresiones intelectuales y generamos transferencias cuando interactuamos con
otras personas. En estas transacciones, estamos inconscientemente condicionados. Estos condicionamientos, provienen de aquellos
hechos que generaron registros de estados emocionales.
Si profundizamos en una situación concreta, probablemente
acabaremos explorando recuerdos de infancia relacionados con peligro, amenaza, miedo, o estados de shock producidos por un trauma.
Un ejemplo: Las figuras de autoridad, sea el jefe, la policía, el
portero de la discoteca o el maestro de la clase,... te generan complejo de
inferioridad y por lo tanto te anulas delante de cualquiera que represente una
autoridad. Esto puede tener diversos orígenes. Pero describiré un posible
detonante para que podamos entender su origen. Cuando eras
pequeño, en casa, tu padre te daba la consigna de obediencia y sumisión ante su
presencia y de no ser cumplida te encontrabas con un grito, una bofetada o una
reacción desproporcionada de su parte. Con el tiempo esas consignas y
reacciones te obligaron a adoptar un comportamiento de sumisión y desventaja
delante de tu padre y por tanto delante de cualquier figura de autoridad, en el peor de los casos simplemente entras en shock debido al trauma sufrido. Dentro tuyo, cuando experimentas esta sensación, en
tu vida adulta, te sientes anulado, desplazado, paralizado y con una rabia
interna hacia aquella figura que te genera una ansiedad y un malestar
desproporcionados.
La salud emocional y el crecimiento personal, depende en
gran medida de la implicación que tengamos en nuestros propios enredos
emocionales. Explorar nuestros recuerdos, en la mayoría de los casos, nos lleva
a desvelar los orígenes de situaciones que nos condicionan en la manera de relacionarnos con la vida y las personas. El resultado de un trabajo de cuerpo, nos conduce a comprender y localizar, en la mayoría de los casos, el origen de un condicionamiento y sus detonantes. Generalmente, se puede reconducir y liberar el
estrés de aquella situación para que esta deje de ser un lastre en nuestro cuerpo emocional.
Nuestro trabajo como terapeutas, es poner al alcance de cualquier persona los recursos, técnicas, y toda la implicación necesaria para facilitar un proceso terapéutico desde la discreción y la confidencialidad que este trabajo exige. El cliente necesita confiar su vulnerabilidad en un ambiente de acogimiento, presencia y no juicio. Cuando esto sucede, el trabajo del facilitador terapeuta es mucho más efectivo y el cliente se lleva algo más que un resultado.
Para mayor información contacta con nosotros en este mismo blog.
Douglas Varela
Educador Social y Terapeuta
Salud Emocional y Crecimiento
Salud Emocional y Crecimiento
Comentarios
Publicar un comentario
Tus comentarios y opiniones son bienvenidos