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... Y MAHOMA FUE A LA MONTAÑA!

... Y Mahoma fue a la montaña! Es una reflexión sobre la actividad montañera y sus paralelismos con la vida diaria y las emociones. Esta célebre frase del refranero popular, me atrevería a decir que todo el mundo la conoce ¡Si la montaña no viene a Mahoma, Mahoma va a la montaña! 

Cuando pretendes algo en la vida tienes que realizar una serie de movimientos para conseguir lo que te propones. A veces, establecemos objetivos que en el camino vamos descartando hasta desistir de ellos quedándonos con una sensación de fracaso. Cuando empiezas a caminar por la montaña, los primeros quince minutos son determinantes para adoptar un ritmo de paso que te permite alcanzar diferentes etapas en función del espacio tiempo, pero lo que te permite cumplir con un itinerario es la simple voluntad y el esfuerzo que inviertes en el objetivo de la ruta. Así pues, las pequeñas o grandes cosas que te propongas en la vida, dependerán, en gran medida, del esfuerzo, el ímpetu, la constancia, y la claridad a la hora de establecer lo que quieres conseguir.

Siempre debes tener en cuenta las habilidades con las que cuentas, tus propias limitaciones y los recursos que necesitas para llegar a donde quieres. Si sabes que en el camino, pasas por un precipicio y tienes vértigo, puedes optar por buscar un mejor camino y evitar sentir el vértigo. Entonces puede significar que la ruta se hace más larga. Pero también puedes enfrentarte al reto de pasar por allí y ser consciente que pasarás un mal rato en aquel paso de montaña pero al superarlo te sentirás más fuerte y decidido. (Enlace: La zona de confort)

Cuando te enfrentas a un desnivel considerable, sabes que allá arriba se encuentra tu objetivo, un paisaje increíble que te hace sentir expandido y parte del vasto universo. En el ascenso, ves que si no pones un ritmo pausado y tranquilo, tendrás que parar muchas veces por la sensación de ahogo por el esfuerzo y eso puede llevarte a abandonar. No por mucho empuje y esfuerzo, consigues llegar más rápido a la cima. La cuestión es poder disfrutar del camino, de tu paso lento pero firme, sin pausas pero sin prisas, la cima no se mueve, está allí esperándote. Si tienes un físico atlético y subes sin esfuerzo bien para ti que estás en forma y puedes subir corriendo, eso es bueno porque entonces estás preparado para los retos. Pero no todos llevamos ese tipo de ritmos y eso hay que tenerlo en cuenta y respetar el propio.

Así es la vida del montañero, siempre hay retos, nuevos o viejos, rutas nuevas, rutas que se repiten. Las que se repiten normalmente son más fáciles, las nuevas son más emocionantes. Cada vez que vences un reto te sientes satisfecho, realizado y con ganas de ir más lejos. Esta es la actitud que te lleva a superar tus límites. Las barreras son creadas por uno mismo para quedarse en un estado de confort que nos hace sentirnos cómodos donde estamos. Pero curiosamente, cuando rompes una barrera, ya sea el miedo, el vértigo, la fatiga o la desgana, te das cuenta que eres muy capaz y que aunque no vayas rápido como otras personas, no significa que no llegues a los mismos objetivos. 

¡Así es la vida! ¡Como una montaña que espera que la superes, para que en el camino, te conozcas y reconozcas a ti mismo! ¡Para que tomes consciencia de tus fortalezas y tus debilidades! ¡Para que puedas crecer y expandirte!

Douglas Varela
Terapeuta 

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