¡La culpa! ¿Quién no ha sentido nunca el peso de la culpa? ¿Quién no ha señalado en alguien externo la responsabilidad de nuestra situación? Utilizamos la culpa para señalar, para descargarnos, para responsabilizar a terceros de situaciones que experimentamos de las que no queremos tomar responsabilidades. La culpa es una de esas aplicaciones que tenemos integradas en nuestro cerebro para penalizarnos o verter hacia afuera todas aquellas cosas que nos hacen sentir responsables de algún acto, situación o circunstancia. Es muy fácil decir por tu culpa, por mi culpa... es culpa de...!!!
¿Pero que carajo es la culpa? Hay miles de definiciones del término, desde un sentimiento hasta una responsabilidad civil. Yo entiendo la culpa como una excusa llana y fácil para no asumir la responsabilidad de nuestras decisiones y de nuestros actos. En el inconsciente colectivo, la culpa es una herramienta eficaz para evadirnos de la posibilidad de asumir el peso de nuestros desaciertos o errores particulares y colectivos. Culpamos al autobús por llegar tarde, culpamos de nuestras desgracias a agentes externos; al gobierno, al vecino, a los inmigrantes, al terrorismo, a la crisis, asumiendo nuestro gueto del miedo como algo propio que nos hace estar en un estado de lamentación constante. Nos quedamos allí, congelados, catatónicos, instalados en un estado de comodidad lamentable del que no tenemos conciencia.
Cuando asumimos con dignidad la responsabilidad de nuestros actos, ocurre una descarga de conciencia que nos conduce a liberarnos del peso de la culpa, la culpa se desvanece y deja de tener sentido. Cuando vemos a las personas a las que señalamos bajo la influencia de la culpa, desde la compasión y el no juicio y observamos más allá de sus circunstancias, podemos llegar a ver la cadena de desaciertos, errores o detonantes que conducen a una persona a equivocarse y a cometer un acto desafortunado con consecuencias dolorosas para esa persona y los afectados.
No hay excusas para una violación, un asesinato, un acto terrorista, no hay excusas para la violencia, para la guerra, para ser rico o pobre. No culpemos a nuestras necesidades materiales para destrozar a la naturaleza y a los animales. Asumir que la culpa es una excusa fácil para no tomar responsabilidad de lo que somos, de lo que hacemos, de lo que sentimos y de lo que queremos, es un ejercicio de crecimiento, es tomar conciencia de uno mismo.
Ver: LA ZONA DE CONFORT
Douglas Varela
Educador Social
Terapeuta Emocional
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