Me gusta mucho el sexo y me gusta el placer que me produce. Me lo paso muy bien y disfruto sintiendo el calor, la suavidad de la piel, el contacto físico, el roce, el movimiento. El sexo es fantástico, me rejuvenece, me hace sentir mi virilidad, me refresca la vitalidad y refuerza mi masculinidad. En el sexo también disfruto de mi parte femenina, de mi parte espiritual e intento llevarlo a mi consciencia cada vez.
Durante mucho tiempo pensé que cuando hacía el amor debía sentir un placer inmenso, tenía la expectativa de que mi pareja sexual debería sentir el clímax conmigo y acabar borrachos de placer. Nada más lejos de la realidad. Pensaba que virilidad era llevar la acción y la determinación por delante y hasta tenía predeterminado un protocolo. Pensaba que debía comenzar de una determinada manera y acabar de otra manera y con ello ya me creía una eminencia.
Para disfrutar de mi intimidad, he tenido que desmontar por completo todo lo que pensaba que debía hacer para la practica de mi sexualidad. Cada mujer es distinta, es única. Hay mujeres que juegan y entran muy rápido en el acto, hay otras (la inmensa mayoría creo yo) que necesitan su tiempo y su espacio, necesitan sentir confianza en el hombre. A veces los hombres no tomamos en consideración las necesidades de las mujeres y acabamos dirigiendo un encuentro sexual hacia nuestro placer personal. Al menos a mí me ha pasado durante muchos años, hasta que la vida me fue encauzando hacia otras formas más consientes y autenticas de mi práctica sexual.
Saber escuchar las necesidades de las mujeres en la intimidad es todo un reto para un hombre, escuchar, hablar, sentir, expresar, compartir, dar y recibir, mirar, acariciar, jugar, seducir y ser seducido, esperar... Son términos saludables en la intimidad sexual de una pareja. No hay una forma concreta de hacer el amor, no siempre es importante un coito, el sexo no se reduce a eso. El sexo, en todo caso para una pareja, debe ser un vehículo de trascendencia, de comunicación, de entendimiento y de conexión.
Los hombres debemos salir de las expectativas, de lo que creemos que se espera de nosotros. debemos escuchar nuestras necesidades, debemos permitirnos la apertura del corazón, al contrario de lo que pueda parecer, esto nos da más fuerza, nos hace más auténticos, más verdaderos. Desde el hombre adulto, desde la presencia, desde la consciencia, ofrecemos a las mujeres la posibilidad de abrirse, de confiar, de darse y recibirnos.
¡Explora!
Douglas Varela
Terapeuta
Comentarios
Publicar un comentario
Tus comentarios y opiniones son bienvenidos